Las Mujeres Vikingas y el Arte de la Guerra
- correio_da_historia

- 20 sept
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Durante siglos, los manuales de historia nos transmitieron una imagen simplificada del universo vikingo: hombres rudos e intrépidos, navegando en drakkars por mares tempestuosos, blandiendo hachas y espadas en busca de conquista y gloria. Pero la Historia rara vez se deja aprisionar por los estereotipos. Hoy, gracias a la arqueología y a la investigación histórica, sabemos que el mundo vikingo era más plural — y que en él, las mujeres no quedaron confinadas al silencio de los hogares ni a la sombra de los guerreros.
Las sagas islandesas y los poemas escáldicos nos hablan de las shieldmaidens, mujeres que empuñaban armas y luchaban junto a los hombres. Durante mucho tiempo, estas figuras fueron interpretadas como construcciones míticas, metáforas poéticas de valor y sacrificio. Sin embargo, en Birka, Suecia, la tierra guardó una verdad olvidada: una tumba ricamente equipada con espadas, lanzas, caballos y piezas de estrategia militar pertenecía, en realidad, a una mujer. El análisis genético no dejó lugar a dudas: aquella guerrera había sido en vida una comandante.
Este hallazgo no es aislado. Otras sepulturas nórdicas revelaron restos femeninos acompañados de armas e insignias militares. La arqueología vino así a confirmar lo que la tradición oral había preservado en forma de leyenda: hubo mujeres que combatieron, que lideraron, que se inscribieron en la epopeya vikinga no como figuras marginales, sino como protagonistas de carne y hueso.
Conviene comprender esta realidad a la luz de la sociedad escandinava. Entre los pueblos del Norte, las mujeres gozaban de derechos poco comunes en el contexto medieval europeo: podían heredar, administrar propiedades y divorciarse. El paso hacia la guerra, aunque excepcional, no les estaba prohibido. En tiempos de crisis, o en expediciones arriesgadas, el brazo armado femenino podía ser no solo tolerado, sino necesario.
No se trata, sin embargo, de imaginar ejércitos de valquirias poblando los campos de batalla. La presencia femenina fue siempre minoritaria. Pero el mito de las shieldmaidens y la memoria de las mujeres guerreras vikingas nos dicen mucho sobre cómo esta civilización entendía el coraje: no como atributo exclusivo de un sexo, sino como una virtud compartida.
Así, la Historia, cuando revisamos sus capas, nos revela que la valentía nórdica vestía tanto la armadura del hombre como la de la mujer. Y que, en el filo de las espadas vikingas, no se inscribió solo la fuerza de un pueblo, sino también la libertad de quienes se atrevieron a romper fronteras sociales.
Paulo Freitas do Amaral
Profesor, Historiador y Autor





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