Fontes Pereira de Melo, el estadista que puso a Portugal en el camino del futuro
- correio_da_historia

- 14 sept
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Hay nombres en la historia de Portugal que parecen haber quedado al margen de la memoria colectiva, como si el país hubiera olvidado la grandeza de ciertas figuras que se atrevieron a mirar más allá de su tiempo. Uno de esos nombres es Fontes Pereira de Melo. Militar de formación, político por vocación y reformador por convicción, fue quizá el mayor estadista portugués del siglo XIX.
Su vida pública se confunde con lo que se llegó a llamar la Regeneración. Mientras muchos discutían el pasado o se perdían en querellas partidarias, Fontes comprendió que el destino del país solo podía cambiar mediante la modernización. Sus reformas en comunicaciones, transportes y finanzas abrieron un nuevo camino: la construcción de carreteras, ferrocarriles y telégrafos convirtió a Portugal en un territorio finalmente integrado, que dejaba atrás siglos de inmovilismo.
No se trataba solo de progreso material, sino de una verdadera visión de Estado. Fontes entendió que sin escuelas técnicas no habría ingenieros, que sin ferrocarriles no habría comercio, que sin comunicaciones rápidas no habría gobierno eficaz. Su obsesión por la obra hecha transformó el ejercicio del poder: no bastaba con gobernar, era necesario construir el futuro.
Por supuesto, su acción tuvo críticos. Lo acusaron de endeudar al país y de ser demasiado audaz. Pero los grandes estadistas se miden por el valor de invertir cuando otros prefieren la inercia. Fue él quien sentó las bases de un Portugal moderno, capaz de dialogar con Europa en pie de igualdad. La deuda que contrajo fue, al fin y al cabo, el precio de entrar en el siglo XIX con dignidad.
Fontes Pereira de Melo pertenece a la galería restringida de políticos que entendieron la esencia de la gobernanza: no administrar solo el presente, sino preparar el futuro. Si hoy cruzamos puentes, recorremos carreteras y seguimos líneas ferroviarias que unieron el país, debemos recordar que todo eso comenzó con la visión de un hombre que se negó a aceptar la pequeñez como destino.
En un tiempo en que la política a menudo se pierde en gestos cortos y horizontes limitados, conviene revisar la lección de Fontes Pereira de Melo. Él demostró que ser político es fácil, pero ser estadista es raro. Y eso fue él: un verdadero estadista, un constructor del futuro que dignificó a Portugal.
Pocos saben que nació en Torres Vedras en 1819, pero pasó parte de su infancia en Cabo Verde, donde su padre era gobernador. Esa experiencia tropical lo marcó profundamente: conoció de cerca las fragilidades de un imperio disperso y aprendió pronto que la administración pública necesitaba reformas para garantizar cohesión.
Siendo joven oficial, fue él mismo ingeniero militar antes de ser ministro. Esa formación técnica le dio una visión práctica y objetiva: cuando hablaba de carreteras o ferrocarriles, no se limitaba a discursos, sabía dibujar proyectos y entender cálculos. Quizá por eso incluso sus adversarios, cuando lo criticaban, lo respetaban como hombre de obra.
Y su huella fue tan fuerte que dio origen a un término nuevo: “fontismo”. No designaba solo una corriente política, sino un estilo de gobierno enérgico, pragmático y constructivo. Ese legado quedó tan estrechamente ligado a su nombre que incluso hoy, cuando se habla de progreso impulsado por el Estado, la memoria de Fontes Pereira de Melo vuelve como símbolo de modernidad.
Paulo Freitas do Amaral





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