El pasaje secreto de los nazis en el corazón de Lisboa
- correio_da_historia

- 5 sept
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En el corazón de Lisboa, donde la grandiosidad de la Estación del Rossio se alza con su fachada manuelina y donde diariamente miles de lisboetas pasan apresurados, se esconde una historia casi olvidada que vincula la neutralidad portuguesa durante la Segunda Guerra Mundial con el peligroso juego de las potencias beligerantes. Pocos saben que, detrás de los muros que sostienen la estación, existía un pasaje secreto que conducía directamente al Hotel Avenida Palace, un lugar discreto pero fundamental para la red de espías que entonces operaba en la ciudad.
La capital portuguesa, neutral pero codiciada, se convirtió en uno de los centros más activos del espionaje europeo. Ingleses y alemanes disputaban cada información, cada contacto, cada secreto que pudiera inclinar la balanza de la guerra. Lisboa fue entonces una capital doble: en la superficie, soleada y diplomática; en el subsuelo, sombría y clandestina. Y fue en esta duplicidad donde el pasaje oculto del Rossio se convirtió en pieza central.
Los documentos históricos confirman que el Hotel Avenida Palace, inaugurado en 1892 como Gran Hotel Internacional y renombrado en 1893, fue proyectado por el mismo arquitecto de la estación —José Luís Monteiro— y construido por la Real Compañía de los Ferrocarriles Portugueses para servir de apoyo a la Estación del Rossio. Registros señalan que, durante la Segunda Guerra Mundial, existía en efecto un corredor en la cuarta planta del hotel que conectaba directamente con los andenes de la estación, permitiendo que figuras importantes y agentes secretos circularan sin control policial.
El propio hotel, símbolo de lujo e historia, fue uno de los centros preferidos de alojamiento de espías alemanes, según observadores ingleses de la época. La elegancia de la Belle Époque, los salones refinados, la entrada discreta… todo se conjugaba para crear un espacio ideal para el juego del espionaje en la neutralidad lusa.
Lisboa, neutral pero no exenta de secretos, vio en el Hotel Avenida Palace no solo un monumento de la Belle Époque, sino también un escenario efervescente de intriga. Entre salones elegantes y corredores discretos, diplomáticos y agentes llegaban sigilosamente, moviéndose en la línea tenue que separaba la neutralidad política de una red clandestina. La propia hazaña arquitectónica —la proximidad con la Estación del Rossio y la construcción de esa conexión interior— se convirtió en metáfora del poder invisible de las tramas en curso, tejiendo una relación tensa entre lo visible y lo oculto.
Aún hoy, el granito brilla bajo los pasos apresurados de turistas y lisboetas que atraviesan la estación o levantan la vista hacia el elegante edificio del hotel. Solo que, para quienes conocen la historia, esa proeza arquitectónica ya no es solo memoria histórica: es un túnel erigido entre lo banal y lo extraordinario, entre la cotidianidad de la capital y el mundo subterráneo del espionaje, recordándonos que no todo lo que parece sólido está a la vista.
Paulo Freitas do AmaralProfesor, historiador y autor





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