El brindis portugués que fundó los Estados Unidos de América
- correio_da_historia

- 5 sept
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Pocas veces la Historia ha sido tan generosa con los portugueses como aquel 4 de julio de 1776. En Filadelfia, reunidos en el Congreso Continental, los representantes de las trece colonias se atrevieron a desafiar al mayor imperio de su tiempo. Al firmar la Declaración de Independencia, no solo fundaban una nación que transformaría el mundo, sino que también levantaban un brindis inaugural. El detalle, a menudo olvidado, es que ese brindis no se hizo con champán francés ni con cerveza inglesa. El vino elegido provenía de Madeira.
La conexión entre el archipiélago portugués y la América colonial no surgió por casualidad. El vino de Madeira, fortificado y capaz de resistir largos viajes marítimos sin perder calidad, se convirtió en una bebida de elección en Boston, Nueva York y Charleston. George Washington, John Adams, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin solían beber y ofrecer vino de Madeira en sus casas. Más que un consumo, el acto de servir este vino representaba refinamiento social y autonomía, ya que, a diferencia del vino europeo sujeto a altos impuestos británicos, el de Madeira circulaba con mayor libertad, escapando a la política aduanera de Londres.
El gusto por el vino portugués también reflejaba una postura política. En cierto sentido, el vino de Madeira funcionó como levadura silenciosa de la independencia americana, porque alimentaba la contestación contra las restricciones impuestas por el Parlamento británico. El famoso episodio de los Madeira Wine Riots, en Charleston en 1768, mostraba cómo un producto portugués se entrelazaba en la vida cotidiana de las colonias.
Menos conocido es el hecho de que Thomas Jefferson mandó construir en su bodega de Monticello una sección específica para almacenar vino de Madeira, con un sistema de ventilación diseñado para mantener la temperatura adecuada. El tercer presidente de los Estados Unidos lo consideraba insustituible y llegó a recomendarlo en cartas a diplomáticos estadounidenses en Europa.
Otro detalle curioso se relaciona con la toma de posesión de George Washington como primer presidente en 1789, celebrada en Nueva York. Tras la solemne ceremonia, las copas se levantaron de nuevo con vino de Madeira, confirmando que la joven república no olvidaba la bebida que ya había marcado el acto fundador de 1776.
El momento de celebrar la independencia de América, con copas llenas de vino que nacía en las empinadas laderas de Madeira, transportaba más que una simple celebración política. Ese gesto reflejaba un vínculo atlántico, discreto y profundo, que unía a un pequeño país europeo con la génesis de la mayor república moderna.
El significado de ese gesto permanece. Portugal, tantas veces recordado solo por sus carabelas y tratados, también dejó su huella en momentos inesperados. Una botella de vino servida en el momento adecuado bastó para entrar en el corazón de la Historia.
Paulo Freitas do Amaral
Profesor, Historiador y Autor





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