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Arqueología: las momias más antiguas del mundo no vinieron de Egipto

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Cuando se habla de momias, la memoria colectiva viaja de inmediato al Egipto antiguo, con sus faraones envueltos en lino y sepultados en pirámides monumentales. Sin embargo, la arqueología nos ha revelado un secreto sorprendente: las momias humanas más antiguas del mundo no provienen de las orillas del Nilo, sino del desierto de Atacama, en el norte de Chile.

Se trata de la llamada cultura Chinchorro, comunidades de pescadores que habitaron la árida costa del Pacífico hace unos siete mil años. Mucho antes de las refinadas técnicas de los egipcios, los Chinchorro ya practicaban la momificación de los muertos, no solo de líderes o guerreros, sino también de niños, mujeres y ancianos. Un rasgo cultural único, que contrasta con la lógica jerárquica de las grandes civilizaciones.

Las primeras momias Chinchorro datan de alrededor del 5000 a.C., es decir, dos mil años antes que las más antiguas momias egipcias. Los cuerpos eran cuidadosamente despojados de los tejidos blandos, los huesos tratados y reforzados, y luego reconstruidos con arcilla, cenizas y fibras vegetales, para ser finalmente pintados en tonos rojos o negros. Un ritual laborioso, revelador de una profunda relación con la muerte y la memoria de los antepasados.

La mayor curiosidad de estos hallazgos es que los Chinchorro no levantaron pirámides ni dejaron escritura. Su legado sobrevive sobre todo a través de las momias y del respeto silencioso con el que trataron a los muertos. Para ellos, la momificación no era un privilegio de la élite, sino un acto colectivo de pertenencia, un gesto que unía a vivos y muertos en un mismo destino.

Hoy, las momias de Atacama están reconocidas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un reconocimiento a su importancia universal. Nos recuerdan que la Historia está llena de sorpresas: aquello que creíamos exclusivo de Egipto en realidad comenzó en un remoto desierto sudamericano, en comunidades que, sin imperios ni templos, dejaron una de las huellas más antiguas de la civilización humana.

Este descubrimiento también nos obliga a reflexionar sobre la mirada europea, tantas veces centralizadora, que durante siglos construyó una narrativa histórica centrada en el Mediterráneo. El Atacama nos recuerda que la civilización no tiene un único origen, sino varios, y que la memoria de la humanidad es plural, tejida por pueblos que, aun lejos de los grandes centros, supieron dejar señales duraderas de su presencia.

Paulo Freitas do Amaral

Profesor, Historiador y Autor

 
 
 

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